EL ELEMENTO HUMANO COMO PREDOMINANTE EN LOS FACTORES DE RIESGO DE FRAUDE. (PARTE II)
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AUDITOR INTERNO. BLOG DE AUDITORÍA INTERNA, GESTIÓN DE RIESGOS Y COMPLIANCE
Hace unas semanas compartí la primer entrega de este artículo el elemento humano como predominante en los factores de riesgo de fraude. (Parte I), con algunas opiniones relacionadas a la oportunidad (¿Por que las empresas son vulnerables al riesgo de fraude?) y la motivación ( La teoría de la motivación humana) como factores de riesgo de fraude. En esta ocasión continuaré con algunos apuntes respecto a la racionalización.
Sabemos que factores motivacionales como la escasez de dinero, afecto, éxito, respeto, reconocimiento, etc. son capaces de moldear los patrones de pensamiento, focalizando la mente de las personas sobre tales necesidades, reduciendo el llamado “ancho de banda mental” de los individuos, el cual es definido como la capacidad de tener las habilidades mentales para realizar las funciones básicas detrás del comportamiento y la toma de decisiones más complejas. Así, cuando se requiere más ancho de banda, sobra poco para utilizar en otros razonamientos o decisiones, lo que tiene como resultado preferir opciones menos apropiadas. Es decir, se ve afectada una porción de capacidad mental que se destina a la toma de decisiones.
No obstante, el factor presión o motivación, por sí solo, no define la conducta de una persona. Recientemente, leí un artículo en Auditool (Tres condiciones para cometer un fraude) del cual me pareció oportuno señalar el siguiente párrafo en el que el autor se refiere a ‘La CONCIENCIA como condición del fraude’: Generalmente, la oportunidad mina y corrompe la conciencia, especialmente si esta es débil y no está bien afianzada y aunque no exista la necesidad. La oportunidad es pareja para todos y si uno que la descubre no la aprovecha, habrá otros que lo hagan y, entonces dirá, ¿POR QUÉ NO HACERLO YO?
Vemos así que, además del factor oportunidad, el perpetuador de un fraude, pasa por un proceso de auto convencimiento a partir del cual no se ve a sí mismo como un delincuente. Este proceso se llama racionalización de la conducta, el cual podemos interpretar como el conjunto de justificaciones auto administradas que emergen antes y después de que las personas realicen infracciones éticas intencionales, permitiéndoles hacer algo malo y al mismo tiempo sentirse bien moralmente.
Pero entonces, aun cuando difiera de la percepción común de otros ¿es la propia conciencia del perpetuador lo que le hace justificar un fraude?
La disonancia cognitiva entre el bien y el mal
Resulta difícil precisar el significado de “CONCIENCIA”, la filosofía considera que esta es la facultad humana para decidir acciones y hacerse responsable de las consecuencias de acuerdo a la concepción del bien y el mal. De esta manera, la conciencia sería un concepto moral que alcanza el terreno de la ética y por tanto un conocimiento más reflexivo de la actividad mental que sólo es accesible para el propio sujeto.
Resulta difícil precisar el significado de “CONCIENCIA”, la filosofía considera que esta es la facultad humana para decidir acciones y hacerse responsable de las consecuencias de acuerdo a la concepción del bien y el mal. De esta manera, la conciencia sería un concepto moral que alcanza el terreno de la ética y por tanto un conocimiento más reflexivo de la actividad mental que sólo es accesible para el propio sujeto.
Esta brecha (contradicción) surgida entre el conocimiento (concepción del bien y el mal) y la conducta o comportamiento individual de las personas, es a lo que el psicólogo social Leon Festinger, denominó ‘Teoría de la disonancia cognitiva, 1957’ en la que explica que cuanto mayor es la disonancia cognitiva, mayor es la racionalización. Según esta teoría, las personas no pueden tolerar la inconsistencia entre su comportamiento y sus creencias, tal disonancia les hace ignorar un mal comportamiento, perdiendo la conciencia de que lo que están haciendo está mal; así cuanto más tiempo dura la disonancia, menos inmoral le parece al individuo.
En otras palabras, cuando las acciones de las personas difieren de su moral, comienzan a racionalizar tanto para protegerse de una contradicción dolorosa como para construir una protección contra las acusaciones.
Conclusión
En las dos entregas de este artículo, se analizó al elemento humano como factor predominante en cada una de las piezas del trípode de fraude. La gama de necesidades del ser humano es tan amplia que es fácil ubicar cualquier necesidad dentro de alguno de los niveles motivacionales de la pirámide de Maslow. Por otro lado, aun y cuando son tangibles los avances tecnológicos, eventualmente estos no resultan suficientes al desarrollo de las habilidades humanas con capacidad de identificar y tomar ventaja de las vulnerabilidades en los sistemas de control interno. Con estos dos factores presentes, el perpetuador (elemento humano) solo necesitará encontrar razones o condiciones que le permitan cerrar la brecha entre su comportamiento y lo moralmente correcto. Es quizás este último factor el que determina esa frágil línea entre fraude y error.
En las dos entregas de este artículo, se analizó al elemento humano como factor predominante en cada una de las piezas del trípode de fraude. La gama de necesidades del ser humano es tan amplia que es fácil ubicar cualquier necesidad dentro de alguno de los niveles motivacionales de la pirámide de Maslow. Por otro lado, aun y cuando son tangibles los avances tecnológicos, eventualmente estos no resultan suficientes al desarrollo de las habilidades humanas con capacidad de identificar y tomar ventaja de las vulnerabilidades en los sistemas de control interno. Con estos dos factores presentes, el perpetuador (elemento humano) solo necesitará encontrar razones o condiciones que le permitan cerrar la brecha entre su comportamiento y lo moralmente correcto. Es quizás este último factor el que determina esa frágil línea entre fraude y error.
La persona común puede tener múltiples necesidades y visualizar oportunidades para la materialización de un fraude, sin embargo, esto no dará lugar a mayores consecuencias, siempre que su comportamiento sea consonante con la percepción común de lo moralmente correcto. En otras palabras, la necesidad y la oportunidad solo funcionarán ante la ausencia de conciencia; por tanto, la piedra angular de un sistema efectivo de control interno, deberá ser la creación de conciencia en todos los niveles de la organización.
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